La primera vez que entre a un Estudio Profesional de Grabación, fue a finales de 1960, iba yo de la mano de mi Padre. Me invitaron a grabar pues tocaba el piano desde antes de empezar a hablar, y algo que se me quedó muy grabado, es que los músicos que me acompañaban y yo, teníamos que tocar todos al mismo tiempo y si alguien se equivocaba, había que empezar desde el principio, pues entonces no existía “eso” que ahora llamamos “doblaje”.
La consola era enorme y tenia perillas como de “estufa” y la grabadora tenia un ventilador en la parte trasera, pues si se calentaba, invariablemente se apagaba. Los discos eran monoaurales y de pasta negra, al escucharlos parecía como si alguien estuviera “friendo quesadillas” junto al micrófono.
Por increíble que parezca, ese equipo de grabación costaba mas caro que una casa en Acapulco y por ende, el privilegio de grabar un disco, estaba destinado exclusivamente Artistas firmados por grandes Compañías Discográficas.
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